sábado, 9 de febrero de 2008

Comunicar

A veces uno no sabe que decir, o cuáles son las palabras correctas para expresar en un momento tenso, no sabemos lo que la otra persona necesita oir. Muchas veces las palabras correctas son simples: lo que sentimos desde el corazón.
No siempre necesitamos oir lo que queremos oir. Duele oir la verdad, duele que nos lo digan; duele que uno mismo sea el que en algún momento se lo tenga que decir a otra persona. Duele que esa persona te retire la mirada mientras se deshace por dentro, duele ver el proceso.
Intentas aconsejar diciendo que se está equivocando. Intentas hacerlo como un día alguien te sentó y te dijo: - Estás sufriendo, no quiero verte así, esa no eres tú, no es lo que quieres. Es sencillo: actúa con el corazón, pon límites, no te dejes vencer-.
Cuando uno escucha eso, lo primero que piensas es que se te cae el mundo encima. Te asaltan preguntas como: ¿qué hago ahora? ó ¿qué estoy haciendo? Al principio no lo entiendes: nadie lo entiende. Incluso te llegas a cuestionar porqué te dicen que está mal, si tu no lo piensas así.
Afortunadamente, quien te quiere y aprecia te dice las cosas como son, aunque duela: tus padres, tus amigos... hay mucha más gente de la que imaginas que con sólo mirarte te dice que no te reconoce.
Pero lo más difícil es cuando estás al otro lado de la moneda: cuando eres tú la que no puedes fallar, a la que la otra persona espera tus palabras con ansia, espera que sean tranquilizadoras; y en cambio otras veces, sólo esperan oir, o bien lo que quieren para seguir sintiéndose bien con uno mismo, o bien que les digas que se están equivocando, que pongan los pies en la tierra y que abran los ojos, pues era eso lo que en realidad querían oir: poder despertar y que alguien se diera cuenta de que se ha borrado tu sonrisa.
Parece fácil, parece que sólo es decir: - Espavílate-. Pero después de estas palabras tienes que sacar de donde no sabes que tienes las fuerzas y transmitirselas a esa persona. No puedes acabar con una frase negativa, o acabando diciendo que lo estás haciendo mal. Nunca. Después de eso viene el apoyo, la fuerza, un abrazo. Decir: - Animo, tú puedes-. No es tan fácil, no es fácil decir la verdad.
A mí, por lo menos, me da muchísima verguenza decir lo que pienso en ese sentido. Soy una persona que, quien me conoce sabe que me guardo todo y me callo hasta que exploto. Voy oyendo a la gente, sus preocupaciones, sus dudas, sus sueños de futuro... (pues también hay que soñar de vez en cuando). Mientras escucho: callo. Pienso que la gente tiene que aprender, darse cuenta, y eso es bueno, el autoaprendizaje es importante. Pero cuando ya veo que no sale de un círculo vicioso entonces abro la boca. Imagino que, en parte, todo el mundo siente lo mismo, pues también a veces veo que la gente dejan a los que quieren ir aprendiendo hasta que necesitan que te digan "basta". Me consuela no ser la única, supongo. No se si me habré equivocado alguna vez diciendo algo, o de alguna manera fuerte que no gustara, pero no sé hacerlo de otra manera; llega el punto que no puedo más, y en vez de ir soltando frases de apoyo con un tono suave durante una semana, yo aguanto esa semana viendo como esa persona se hace daño, y al final, hablo fuerte, de todo lo que me aguanté. Lo siento, no se hacerlo de otra manera.
Después de todo, después de ser la mala durante 10 minutos, después de decir lo que tú querias decir... después de todo, es reconfortante. Sientes que, aunque la otra persona se enfade, tú hiciste lo que debías. Y más aún cuando, al rato, te dicen: -Tienes razón. Gracias.
En ese momento se proyecta una sonrisa en tu boca que nadie puede quitar, has hecho algo bueno, has ayudado. Has gritado un poquito pero... has ayudado. Y es genial.
Es genial cuando la otra persona es capaz de darse cuenta por un momento, mirar en su interior y preguntarse qué debe hacer, o al menos, cómo se siente y cómo debe reaccionar a ello.
Uno es afortunado al recibir ese "gracias": te llena, hiciste algo sin niguna intención, lo hiciste porque quisiste, porque quieres a esa persona. Y al menos, ha sido capaz de escucharte.
Pero lo mejor, lo mejor... lo mejor de todo, es el abrazo que sigue a toda esta situación. La forma de unir un "lo siento" y un "gracias", un "espavila" y un "adelante". Esa unión es la que perdura en las amistades, en las familias... se recuerda y se echa de menos de vez en cuando.
Pero, afortunadamente, la gente cercana y que te quiere, y a la que quieres, sabe cuando necesitamos un abrazo sin necesidad de preguntar absolutamente nada.
Y, gracias a dios, a veces me doy cuenta, y lo hago. Lo único que quiero es que la gente a la que quiero tenga una sonrisa en la boca, al igual que a mí me la exigen para seguir adelante.
Con una sonrisa se gana mucho, quien lo ha probado sabe que es verdad.

Y tú... sigue practicando.

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