martes, 26 de enero de 2010

Frio...

Estamos en invierno, y es lógico que haga frío.
Al menos yo, no puedo dormir con frío; es como cuando tienes una preocupación en la cabeza y aunque sean las 2 de la mañana y necesites dormir, no puedes, sigues pensando, aunque sabes que el insomio y un Cola-Cao no te va a ayudar a resolver nada.
Cuando puedes compartir tu cama con alguien, y éste no está, también añoramos ese calorcito, ¿verdad? Pero cuando no está (y como si ésto no fuera poco que soportar), un día sientes que la cosa se enfría... Parece como si tu corazón se fuese convirtiendo poco a poco en un cubito de hielo según pasan los días.
Y lo peor es que no te das cuenta. Primero se te enfrían las manos, al día siguiente, los pies, y así poco a poco hasta que parece como si todo a tu alrededor haya desaparecido.
El dolor va por dentro, te haces la dura, aparentando que no pasa nada, pero sin embargo sientes como te falta algo, sonríes menos, echas de menos una conversación con unas cuantas carcajadas o el apoyo tras unas lágrimas... Después de un par de días sin compartir a penas un mensaje, notas que algo falla; querías contarle algo pero el móvil no suena, esperas despertarte con una sonrisa pero resulta que hoy no se ha despertado con ganas de mandarte un mensajito mañanero.
Y como tu móvil no canta ni hace "pi-pi", tampoco haces que suene el de él.
Lo trágico es que este hecho no ocurre por orgullo, al menos en mi caso:
Tú no llamas, no porque él no llame, sino porque piensas que él no quiere hablar contigo. "Porque si no... ¿hubiera llamado no?" Esto es lo que nuestra perversa mentecita nos hace pensar.
Hay vacíos, sin duda, y hasta que uno de los dos no de el paso de iniciar la conversación, ese vacío seguirá existiendo.
Pero claro, primer punto: para que haya esta conversación... tiene que sonar el móvil, ¿no?
Y segundo, una vez que ya has dicho "hola", necesitas que la otra persona quiera contarte el porqué de la ausencia de señales.
Es de entender que todos tenemos un mal día, y que no es justo descargar la "mala leche" que alguien o algo nos ha producido con la persona errónea, a la que justo no querías gritarle. Claro que, previamente siempre intentas evadirlo de alguna manera. ¿Que cómo?
Ejemplo 1: Intentas que se esfume por la ventanilla del coche mientras vas por la autopista a 120, pero no resulta.
Ejemplo 2: Llegas a casa y aparentas que no ha pasado nada, tu madre te pregunta que tal te ha ído el día y le respondes que bien (claro que tu madre no es tonta), te cambias de ropa y te pones a prepararte la comida, no qieres comer porque estás cabreada pero por otro lado sí quieres para ver si se te va esa ansiedad y ese rucu-rucu de la cabeza. Comes en 5 minutos, algo sobrenatural. La ansiedad sigue ahí, no la has hecho desaparecer llenando el estómago y tragando la comida casi sin respirar.
Vaya mierda. Palabras claras pero ciertas.
Entonces, esperas la única cosa del día que va a hacer que se te quite todo en 3 segundos, como por arte de magia, la única persona que es capaz de provocar eso en tí, que se te olvide todo al oír su voz.
Suena el teléfono. "Hablamos luego". Y las 6 horas anteriores desaparecen, ya no tienen sentido.
Sólamente quieres que te cuente cómo se siente y ni siquiera te comenta que tiempo hace, o si hace frío.
Quizás no lo entiendes pero lo respetas, y esperas que, en algún momento, a poder ser dentro de no muchas horas, confíe en tí y te cuente cómo se siente y qué es lo que ha provocado que se encierre en sí mismo.
No voy a hacer la pregunta del porqué, porque la respuesta es fácil: Porque te importa. Quieres saber qué le pasa y cómo se siente, quieres conocerlo. Tan sencillo como eso.
No quieres sentir que la cosa se enfría, nadie puede dormir con frío; en invierno la gente pone la calefacción. Y dado que no tengo calefacción por el hecho de que vivo en Canarias, necesito pasar el invierno abrigada por alguien. Retiro el "alguien", ya que sólo necesito a una persona. Sólo necesito esas palabras acogedoras que hacen que me sienta envuelta como en una manta, a falta de esos brazos que me envuelven de vez en cuando.
Y no dudo que él también necesite lo mismo...

Un día suplicamos que se congelara el tiempo, y ahora sin embargo...
Queremos dormir... sin frío.

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